Rugby World Cup 2007 Terceros

22 de octubre de 2007

¡Qué lindo es escribir de esto! ¡Y qué difícil en medio de tantas sensaciones! Fue nomás esta una noche inolvidable en París. Había que alcanzar el tercer puesto, pues bien, se lo consiguió con absoluta justicia. Había que demostrar que el triunfo en el test inaugural no resultó casualidad, pùes bien, se ganó jugando el mejor partido del Mundial y estableciendo la diferencia más amplia (34-10) en el historial de los enfrentamientos entre ambos. Había que demostrar que podían recuperarse del mazazo que significó la derrota con los Springboks, pues bien, la cabeza funcionó de 10. Había que dar una muestra más de coraje, pues bien, ahí fueron para atrás los franceses cuando lo quisieron ganar de guapos. Había que dar el último esfuerzo físico, pues bien, se terminó jugando cerca del ingoal rival. Había que ver quién desplegaba el rugby champagne, pues bien, se anotaron cinco tries, dos de ellos espectaculares. Había que ratificar cuan grandes son estos Pumas, pues bien, no hacía falta, pero lo hicieron. Es verdad que para este equipo no existían los imposibles.

Titulé gigantes el post anterior refiriéndome a la final de mañana entre ingleses y sudafricanos. Me equivoqué. Los gigantes de este Mundial han sido Los Pumas. Por cómo viven el rugby. Por cómo lo juegan. Por cómo lo interpertan. Por cómo llevan la bandera de aquello que este es un juego para superar las adversidades.

Tengo grabadas de decenas de imagenes de este viernes épico en el Parque de los Príncipes. Opto por una: el abrazo largo, apretado, entre Agustín Pichot y Marcelo Loffreda, los artífices de este brillante ciclo. Dijo el capitán: “Voy a contar algo que quizá a Marcelo no le guste. Pero en estos años aprendimos a conocernos. El sabe bien cómo levanterme cuando estoy muy abajo. Me dijo que me tomara unos días. El lunes estaba destruido y el martes a la tarde nos juntamos una hora y media con él y (Daniel) Banana Baetti. Ahí fijamos nuevamente el Norte después de una tormenta tremenda. Y fuimos”. Un equipo en serio que juega al rugby en serio.

Parecía que la tormenta no se había ido en los primeros 20 minutos. Francia fue desesperada a buscar revancha. Abriendo la pelota desde todos lados. Pero rebotó una y otra vez con los tackles demoledores de los argentinos. Era cuestión de aguantar el chubasco.

Veinte minutos. Ahí se derrumbaron les bleus y se agrandaron los argentinos. Fue cuando Felipe Contepomi empató con un penal en la primera acción en que Los Pumas habían pasado la mitad de cancha. A los 27, una jugada de varias fases mandó a Alberto Vernet Basualdo de punta. Pichot jugó vivo y rápido por el ciego y Felipe pasó entre dos con potencia y velocidad.

Francia no lo soportó y Los Pumas no perdonaron. Cuatro minutos después y tras un drop de Juan Martín Hernández que pegó en el palo, otra vez Vernet Basualdo encaró y ganó. A centímetros del ingoal, Omar Hasán apoyó casi abajo de los palos ayudado por Rimas Alvarez. La mejor despedida para el pilar tucumano.

Los de Laporte se fueron al humo con violencia. Trompadas y pisotones. El árbitro neocelandés Paul Honiss le perdonó la vida a varios de ellos. Generaron tres penales que los jugaron. Uno de line y dos abriendo, buscando el try a través del pick and go. No pasaron. Una y otra vez fueron para atrás. “De una cosa pueden estar seguros, Francia no nos iba a ganar de guapo”, le dijo Pichot a los periodistas. Bien.

Desde arriba se percibía que Francia ya había dado el resto, que había entendido que no existía forma de quebrar a los argentinos en esta noche fría de clima y caliente del corazón. Los Pumas fueron por más. Y estamparon una joyita. Contraataque espectacular de Ignacio Corleto, triple salteo de Hernández, asistencia de Rimas y try de Federico Martín Aramburu pisando para adentro. Rugby champagne.

Clement Poitrenaud, uno de los que había calentado la previa con declaraciones, pudo vulnerar el ingoal pero sólo generó algo de ilusión en los estupefactos franceses, que no creían estar viendo de nuevo la misma película. La misma no, peor. Porque a los 24, con un hombre menos -amarilla a Juan Leguizamón por un hombrazo a Sebastien Chabal-, vino otro estiletazo. De una serie de tackles espectaculares, de una presión asfixiante, Horacio Agulla recuperó la pelota y encaró. Dos quedaron pintados. Y desde atrás, como en el partido inaugural, venía Corleto. Corrida de más de media cancha y cuarto try.

No se conformaron Los Pumas. Fueron por más. Y a los 36, otra vez Felipe. Esteban Lozada entró bien de punta y ganó la línea de ventaja. Atrás venía Hernández, que se sacó de encima a dos. Hasta que el mellizo volvió a perforar. Quinto try.

La fiesta ya se había desatado. Estaban abrazados los de traje y los que habían salido, porque también entraron todos, hasta Eusebio Guiñazú, quien se transformó en el jugador número 31 el lunes por la noche ante la lesión de Mario Ledesma. Los hinchas hacían revolear sus banderas y camisetas. Los franceses se iban del estadio. El resto del staff también ya había bajado. Sólo faltaba el pitazo final.

Ahí van Los Pumas a recibir su medalla de bronce, que para el rugby argentino es de oro. Ahí está el plantel y los hinchas gritando “el que no salta es un francés”. Ahí están Los Pumas, los gigantes Pumas.

Hay una bandera que sirve para concluir esto que pretendió ser un comentario en medio de tantas sensaciones: “Pumas. Gracias totales”.

Autor:
Jorge Búsico
periodismo rugby