Rugby World Cup 2007 Los Pumas-Francia

8 de septiembre de 2007


Terribel triunfo para la Historia


Ya es de noche aquí en París y los corazones laten a más pulsaciones de las que aconsejan los médicos. Están contagiados por esos corazones que hace un rato acaban de dar en la cancha uno de los mayores batacazos de la historia del rugby. Sí, Los Pumas vencieron a Francia, el gran candidato, el local. Lograron quebrar el síndrome del debut, nomás. Pero, sobre todo, dieron una lección de lo que es este juego. No sólo por el planteo, sino por la locura y la pasión que pusieron en cada pelota y, sobre todo, por una defensa heroica, que respondió a la leyenda Puma, que en los primeros minutos del segundo tiempo, cuando parecía que todo se complicaba, hizo recordar a aquellos últimos nueve minutos del test con Irlanda, en el 99, también en Francia, pero en Lens.

Jugaron un partido fantástico Los Pumas, casi sin fisuras, salvo algunas pelotas importantes perdidas en el line y un scrum que fue superado por los franceses. Con la defensa como bandera principal, con estandartes como Agustín Pichot y Felipe Contepomi (elegido el Hombre del Partido), con quince leones arrojándose de cabeza para buscar la pelota o tacklear al primero que apareciera, con una convicción para salir a mandar desde el comienzo, con madurez para zafar de los momentos complicados.

Habíamos dicho en el post de ayer que existía un espacio para soñar. Que Los Pumas destilaban confianza. Que tenían el corazón herido desde el debut en Australia 2003 y que querían saldar la deuda con ellos mismos. Y que había un espíritu de cuerpo que permitía un diagnóstico de esperanza, pese al favoritismo francés.

Dijimos también que en el rugby el corazón aún desnivela en las partidas bravas. Y hoy, en esta noche inolvidable, Los Pumas lo quebraron a Francia por el medio del pecho. La presión asfixiante, el triunfo en el uno contra uno y el salir a ganar el test, terminaron por desmoronar cualquier intento del equipo de Bernard Laporte.

Los 20 primeros minutos se jugaron prácticamente siempre en el campo francés. De entrada nomás, quedó claro que Los Pumas no venían acá a ser el rival de turno de los locales. Pichot empezó a leer el juego como sólo él sabe hacerlo. Y Hernández, que no jugó bien, le puso, como se esperaba, toda la presión encima a David Skrela.

En tres minutos, Hernández falló dos drops, pero a los 5, producto de la presión, Los Pumas tuvieron un penal que Felipe acertó. Enseguida empató Skrela, pero dos penales más del mellizo alargaron las cifras. Hasta que a los 26, Lucas Borges recuperó una pelota, Manuel Contepomi cambió el ángulo de carrera e Ignacio Corleto ingresó como un rayo desde el fondo, como a él más le gusta, para vulnerar el ingoal de les bleus.

El intercambio de penales entre Felipe y Skrela dejó el marcador 17-9 al concluir los primeros 40 minutos.

El segundo tiempo fue otra cosa. Francia salió decidido a dar vuelta la historia, pero se encontró con la muralla argentina. Un maul de varios metros no terminó en try sólo porque enfrente estaban Los Pumas. Fue heroica la defensa del ingoal durante al menos cuatro minutos. Francia fue y fue, como Irlanda en el 99, pero no pudo entrar.

Ese pareció un golpe psicológico para los locales, que ahí se dieron cuenta que el partido se les podía ir. Como había dicho el miércoles Pichot, había que hacerle sentir a Francia la presión de tener que ganar.

De todos modos, los argentinos se complicaron en un pasaje del partido en el cual perdieron dos lines muy importantes, un scrum y cometieron penales. Skrela erró uno muy accesible y acertó otro que dejó la chapa a sólo un try de diferencia.

Los últimos minutos resultaron conmovedores. Los argentinos volaban para frustrar cualquier intento francés. Hasta que de tanta presión forzaron un penal. Iban 38. Felipe lo erró. Vino otro enseguida. Y Felipe volvió a fallarlo. ¿Cómo explicar que la gran figura de la cancha podía quedar en la mira si Francia lo daba vuelta? Pero se hizo justicia.

Los franceses, esas 80 mil almas que vinieron acá a ver un triunfo de los suyos, ya se marcharon hace rato. Quedan los argentinos. Saltan, gritan, agitan las banderas, se besan las camisetas. Muchos lloran. Corleto no se quiere ir. Camina por la cancha y mira hacia todos los costados. También al cielo.

Los Pumas, una vez más, han roto con todos los pronósticos. Al negocio del IRB se le queman los papeles. Es una noche inolvidable. Es difícil ordenar las ideas. Es que, además, el corazón late fuerte. Muy fuerte.

Autor:
Jorge Búsico