Rugby World Cup 2007 Felipe Contepomi

20 de octubre de 2007

Un broche brillante para una generación romántica


PARIS.- Este final de certamen fue algo así como el partido soñado. Ante todo, por haber terminado un ciclo de esta manera, que en realidad fue lo que nos propusimos en la semana previa.


Queríamos jugar el mejor partido del Mundial, ya que la semifinal no había sido buena para nada y este cotejo sí, porque si no fue el mejor de todos los que jugamos, resultó uno de los mejores. Influyó la situación que atravesábamos: teníamos que levantarnos física y mentalmente, lo que seguramente logramos. El equipo tuvo un rendimiento muy alto, cumplió con creces todo lo que nos habíamos propuesto.


Siempre destacamos y tuvimos en claro algo: nunca hay que desaprovechar una oportunidad de lucir la camiseta de la selección, más allá de la relevancia del partido, no importa si se juega por nada, por el tercer puesto o por lo que fuere. Esta vez, además de la medalla de bronce, estábamos ante la posibilidad de cerrar un ciclo de la mejor forma. Muchos dicen que nosotros somos un equipo especial, quizá los últimos románticos del rugby, porque jugamos con pasión y ponemos el corazón. Bueno, este era el choque para demostrarlo y logramos culminar todo con un broche brillante.


La diferencia entre Francia y la Argentina fue el juego sin pelota. Quedó bien a las claras cómo nos posicionamos cuando no la tuvimos, cómo defendimos a rajatabla el objetivo primordial de que no nos conviertan tries.


Por otra parte, cuando Francia dejó agujeros, los aprovechamos bien, nos lanzamos con ganas para adelante y realizamos un despliegue digno aunque los pies no nos daban más. Ahí empezamos a hacer pesar la cabeza y, sobre todo, el corazón, y seguimos corriendo igual.


Si me preguntan qué representa este tercer puesto, yo digo que para el rugby argentino implica muchísimo. En todo el Mundial queda un solo invicto, que hoy va a jugar la final. Y nosotros, de siete partidos, perdimos uno solo. Está bien, fue un partido importante, la semifinal, pero eso no desmerece en nada la campaña. Somos el tercer mejor equipo del mundo y eso cuenta muchísimo, sobre todo porque siempre nos planteamos objetivos cortos.


El logro que hoy disfruta esta generación se fue gestando en los últimos ocho o diez años, y para llegar acá se peleó duro y parejo desde adentro, como debe ser la forma para conseguir las cosas que hoy se celebran.


Cuando digo que se luchó, hablo de un montón de cosas. Hubo muchos problemas y peleas con dirigentes, inconvenientes en el exterior también; en fin, un montón de situaciones en las que siempre se hizo la vista gorda a la hora de darnos una mano. Tuvimos a veces poca ayuda y eso, en vez de desanimarnos, nos fue templando. Las dificultades se transformaron de a poco en una gran fuerza interior para perseguir los objetivos.


Este torneo lo veníamos preparando desde que jugamos el Mundial 2003, que para nosotros no fue de los mejores, precisamente. Cuando se acabó, ahí mismo nos propusimos cumplir de la mejor forma en éste y yo, hoy, me siento halagado y orgulloso de haber jugado con estos 30 o 40 compañeros que fueron parte de la última etapa del equipo. Este final no tiene nada de casualidad y hubo mucha gente involucrada.


Para el futuro de los Pumas, sólo espero que se siga por el mismo camino. Con tanta gente experimentada, la diferencia también supieron marcarla los más jóvenes, que jugaron con una madurez increíble porque manejaron los mismos ideales que los más viejos. Ojalá se siga transmitiendo lo mismo de generación en generación, porque siempre la unidad te puede llevar más lejos. No tengo ninguna duda de eso.


En lo personal, compartí un Mundial glorioso con mucha gente y la verdad es que haberlo hecho con mi hermano mellizo Manuel en la pareja de centros fue algo impensado, otro sueño que se me hizo realidad. Venimos juntos desde la panza de mamá y estar en tres ocasiones mundialistas lado a lado en la cancha fue un auténtico regalo del cielo.


Tampoco puedo olvidarme en este momento de otros dos grandes Pumas: Martín Gaitán, que está disfrutando del logro acá con nosotros, y de José María Núñez Piossek, que se perdió el Mundial por una lesión, pero que se merece todo nuestro reconocimiento.

Autor:
Felipe Contepomi